La postal de hoy nos trae a un adorable dandi mostachudo, de ondulado flequillo, que se nos presenta sonriente con un ramo de flores en una mano y un pescado en la otra. Irresistible, ¿no? Además el texto «C’est moi qui vous l’envoie» (soy yo quien os lo manda), lo hace aún más misterioso e irresistible, si cabe.
El primer día de abril es en un buen número de países el equivalente a nuestro 28 de diciembre, día de los Inocentes. Un día para gastar bromas, así que estáis prevenidos.
En los países de habla francesa, estas bromas que se gastan el 1 de abril reciben el nombre de «Poisson d’avril» (pez de abril), que curiosamente es el mismo nombre usado en Italia, «Pesce d’aprile». En Francia y Bélgica sigue siendo común, como broma entre los más jóvenes, el colgarse muñequitos de papel con forma de pez a la espalda y, cuando la «víctima» se da cuenta, gritar: «Poisson d’avril!!!».
La postal que encabeza esta entrada, circuló en los años 20 del siglo pasado en Bélgica. Parece que a principios del siglo XX, mandarse postales para el 1 de abril, era casi tan habitual como hacerlo por Pascua o Navidad. El trasfondo es siempre el de la broma inocente y ligera, aunque también tenía un cierto toque misterioso, de sorpresa, algo así como «a que no adivinas quién te manda esta postal», e incluso parece ser que estas postales eran un modo para iniciar algún acercamiento de tipo sentimental.
Sea como fuere, vamos a la historia. ¿Qué tiene que ver un pescado con una broma? ¿Y por qué esa manía de gastar bromas el 1 de abril?
Os adelanto que no tengo respuesta 100% contrastada a ninguna de esas preguntas, pero al menos os traigo algunas hipótesis y reflexiones sobre el tema, qué menos. Vamos con ellas.
En primer lugar, la elección de la fecha del 1 de abril para gastar bromas puede venir de tiempo de los romanos, que ya celebraban en fechas similares (un 25 de marzo) la fiesta Hilaria, que era un momento de alegría y desparrame, para celebrar la resurrección del dios Atis. Como inciso, no sé yo si en época romana, el 25 de marzo se podía estar para muchas bromas, cuando el 24 era el día de la sangre, donde, como señal de dolor por la muerte del tal Atis, eran frecuentes las flagelaciones y auto-castraciones. El que no se había «descojonado» el día 24, lo hacía el 25.
Otras explicaciones para la fecha del 1 de abril, apuntan a un cambio de calendario (del juliano al gregoriano) allá por el siglo XVI, con lo que cambiaría la fecha de inicio del año. Los que siguiesen celebrando el año nuevo en abril en lugar de en enero, serían motivo de burla, unos bobos, de ahí el «April’s Fools».
Esta explicación no me resulta muy convincente ya que, por un lado, en el calendario juliano el año empezaba en marzo y no en abril, y por otro, la tradición de gastar bromas el 1 de abril parece ser anterior al cambio de calendario.
Si hay poca claridad en cuanto a la elección de la fecha, tampoco está mucho más claro por qué esa manía con los peces. He leído referencias al pez como símbolo de la Cuaresma, del Cristo, que si la constelación de Piscis, que si se regalaría un pescado envuelto para generar expectativas y luego reírse de la desilusión de la víctima, que si se colgaría un pescado de la ropa de la pobre víctima… las teorías son tan innumerables como imposibles de verificar.
De entre todas las teorías que he encontrado, la que más me ha gustado ha sido una que explica que el término «poisson d’avril» era usado en el siglo XVI para designar a un correveidile, a aquel que entre chicos y chicas iría difundiendo un mensaje no siempre muy de fiar, un «creo que a este le gusta aquella»… Este mensaje de dudosa veracidad, se convirtió en broma ligera, mensaje de amor encubierto, un poco misterioso, incierto, como todo lo que os he contado en este post de hoy.
Os dejo con mis postales del 1 de abril. ¡Y cuidado con las bromas!